Oscureció y en mis ojos se reflejó la noche. En lo alto de Notre Dame esperaba ansiosa mi ira. Aguardando el momento perfecto para alzar el vuelo. Y destruirlo todo con mi odio. Parecia una estatua más. Postrando mi negra figura y contemplando la lluvia caer sobre el mundo y sobre mi pálido rostro. La luz de los poderosos truenos apenas podia verse con claridad. Demasiada era la luz que habia en Paris. Aún de noche el dia se apoderaba del cielo. Y eso no se podia permitir.
Una corta pero efectiva carcajada hizo que la gente callase y mirase hacia arriba. Ya era hora de que se diesen cuenta de mi presencia. Primero parecian unos pobres mudos. Unos instantes de silencio y poco a poco y sin apartar sus miradas de mi, comenzaron a temblar y a levantar el tono de voz. Yo me dignaba a sonreir con picardia. Con rabia. Sin dejar de lado al odio. Y con la mirada fija hacia la gente me levante poco a poco. Olvidando radicalmente mi sonrisa. Suspire. Y el mundo se quedó a oscuras. Las estrellas también obedecieron mi deseo. La luna se apagó junto a ellas. Y de música ahora solo se escuchaba a las personas gritar desesperadas. Y los truenos que ahora ya podian brillar y desahogarse en paz.
Mis alas desplegaron su malicia invicta e incontrolada. Y después de tantos años. Por fin. Volvi a sentir el viento chocar contra mi piel. El agua resbalarse por mi pelo y mis acaloradas mejillas. Una sensación muy preciada para mi corazón y que ya parecia olvidada. Mientras volaba. Un insoportable y siempre efectivo recuerdo penetró en mi mente. Pero esta vez no iba a poder conmigo. Cuando mi deseo de destrucción se acrecentó. Un brutal estallido terminó para siempre con el mundo. Solo quedó Notre Dame en pié. Todo lo demás se convirtió en pura ceniza.
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